Las células permanentes son células incapaces de regenerarse. Estas células se consideran diferenciadas terminales y no proliferativas en la vida postnatal. Esto incluye neuronas, células cardíacas, células musculares esqueléticas y glóbulos rojos. Aunque estas células se consideran permanentes, ya que no se reproducen ni se transforman en otras células, esto no significa que el cuerpo no pueda crear nuevas versiones de estas células. Por ejemplo, las estructuras de la médula ósea producen constantemente nuevos glóbulos rojos, mientras que el daño del músculo esquelético puede repararse con células satélite subyacentes, que se fusionan para convertirse en una nueva célula del músculo esquelético.
Los estudios de enfermedades y virología pueden utilizar células permanentes para mantener el recuento celular y cuantificar con precisión los efectos de las vacunas. Algunos estudios de embriología también utilizan células permanentes para evitar la recolección de células embrionarias de animales preñados; dado que las células son permanentes, se pueden recolectar a una edad posterior cuando el animal está completamente desarrollado.