Muralismo Mexicano: Los Tres Grandes–David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y José Clemente Orozco

David Alfaro Siqueiros, Historia Mexicana o el Derecho a la Cultura, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), 1952-56, (Ciudad de México, foto: Fausto Puga)

David Alfaro Siqueiros, Fechas en la Historia Mexicana o el Derecho a la Cultura, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), 1952-56, (Ciudad de México, foto: Fausto Puga)

Siqueiros e Historia Mexicana

En la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en la Ciudad de México, los visitantes ingresan a la rectoría (el edificio principal de administración), bajo un imponente brazo tridimensional que emerge de un mural. Varias manos, una de ellas con un lápiz, cargan hacia un libro, que enumera fechas críticas de la historia de México: 1520( la Conquista por España); 1810 (la Independencia de España); 1857 (la Constitución Liberal que estableció los derechos individuales); y 1910 (el comienzo de la Revolución contra el régimen de Porfirio Díaz). David Alfaro Siqueiros dejó la fecha final en blanco en Dates in Mexican History or the Right for Culture (1952-56), inspirando a los espectadores a crear el próximo gran momento histórico de México.

La Revolución

De 1910 a 1920 la guerra civil asoló la nación cuando los ciudadanos se rebelaron contra el dictador Porfirio Díaz. En el centro de la Revolución estaba la creencia-en sí misma revolucionaria-de que la tierra debía estar en manos de los obreros, de la misma gente que la trabajaba. Esta demanda de reforma agraria marcó una nueva era en la sociedad mexicana: las cuestiones relativas a las masas populares—la educación pública universal y el cuidado de la salud, la ampliación de las libertades civiles—estaban a la vanguardia de la política del gobierno.

Muralismo mexicano

Al final de la Revolución, el gobierno encargó a los artistas que crearan arte que pudiera educar a las masas, en su mayoría analfabetas, sobre la historia mexicana. Celebrar el potencial del pueblo mexicano para crear la historia de la nación fue un tema clave en el muralismo mexicano, un movimiento dirigido por Siqueiros, Diego Rivera y José Clemente Orozco, conocido como Los tres grandes. Entre las décadas de 1920 y 1950, cultivaron un estilo que definió la identidad mexicana después de la Revolución.

Los muralistas desarrollaron una iconografía con héroes atípicos y no europeos del ilustre pasado, presente y futuro de la nación: guerreros aztecas luchando contra los españoles, humildes campesinos luchando en la Revolución, trabajadores comunes de la Ciudad de México y la gente de raza mixta que forjará la próxima gran época, como en el mural de la UNAM de Siqueiros. Los tres grandes crearon murales épicos en las paredes de edificios públicos altamente visibles utilizando técnicas como frescos, encáusticos, mosaicos y pinturas escultóricas.

Una de las primeras comisiones gubernamentales para un mural post-Revolución fue para la Escuela Preparatoria Nacional, una escuela secundaria en la Ciudad de México afiliada a la UNAM. Durante la década de 1920, Los tres grandes y otros artistas completaron obras en los amplios exteriores e interiores de la escuela.

Destrucción del antiguo orden

 José Clemente Orozco, Destrucción del Antiguo Orden (detalle), 1926 (Escuela Preparatoria Nacional, Ciudad de México)

José Clemente Orozco, Destrucción del Antiguo Orden (detalle), 1926 (Escuela Preparatoria Nacional, Ciudad de México))

Orozco pintó casi dos docenas de murales en la escuela, incluida la Destrucción del Viejo Orden, en 1926. Representa a dos figuras con atuendo campesino que observan estructuras neoclásicas del siglo XIX fracturarse en una pila de estilo cubista, señalando la desaparición del pasado. Así como los murales de la UNAM de Siqueiros anticipan un evento histórico no realizado, el «nuevo orden» implícito en la obra de Orozco es el mundo que estos hombres encontrarán una vez que se volteen para mirar al espectador. Estos hombres anónimos son héroes improbables, dado su modesto atuendo, pero representan una nueva era en la que la Revolución ha liberado a las masas de siglos de represión.

Murales para el Palacio de Bellas Artes

En 1934 el gobierno inauguró el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, que pronto se convirtió en la institución cultural más importante de la nación. El Museo del Palacio, el primer museo de arte de México, se inauguró el mismo año con obras de dos de los tres grandes: El Hombre de Rivera, Controlador del Universo, 1934, una recreación del Hombre en la Encrucijada (pintado en el Rockefeller Center y destruido el año anterior), y la Catarsis de Orozco, 1934.

José Clemente Orozco, Catarsis (vista parcial), 1934 (Museo del Palacio de Bellas Artes, Ciudad de México, fotografía: ryan griffis)

José Clemente Orozco, Catarsis (vista parcial), 1934 (Museo del Palacio de Bellas Artes, Ciudad de México, foto: ryan griffis)

El título de la pintura de Orozco data de 1942, cuando un historiador del arte especuló que el fuego en la parte superior de la composición simbolizaba la catarsis, y por lo tanto «la única posibilidad de salvar y purificar la civilización», ya que sucumbió a los excesos de la depravación moral. La figura central sonriente arrastra al espectador a un mundo inmoral, donde los aspectos malévolos de la vida moderna—la guerra sin sentido, la tecnología destructiva y la prostitución—corren desenfrenados.

 David Alfaro Siqueiros, Tormento y Apoteosis de Cuauhtémoc (detalle), 1950-51 (Museo del Palacio de Bellas Artes, foto: Jaontiveros)

David Alfaro Siqueiros, Tormento y Apoteosis de Cuauhtémoc (detalle), 1950-51 (Museo del Palacio de Bellas Artes, foto: Jaontiveros)

En Tormento y Apoteosis de Cuauhtémoc, 1950-51, otro mural en el Museo del Palacio de Bellas Artes, Siqueiros explora el violento período de la Conquista. En este mural, soldados españoles torturan al líder tribal mexicano para obtener información sobre la ubicación del tesoro que buscan. La madre patria mexicana, simbolizada por la figura femenina manchada de sangre, extiende sus brazos de forma protectora sobre su figura inmóvil. La inclinación de Siqueiros por los miembros musculosos, mostrada en los murales de la UNAM y ejemplificada aquí en los cuerpos de Cuauhtémoc y su compañero de oración, subraya la tensión en este encuentro.

La Revolución Mexicana fue un momento decisivo en el siglo XX porque marcó una verdadera ruptura con el pasado, marcando el comienzo de una era más igualitaria. Con su gran escala, iconografía innovadora y mensaje socialmente relevante, el muralismo mexicano sigue siendo un complemento notable a la Revolución. La forma en que los muralistas reorientaron la historia, recuperaron historias perdidas y redactaron nuevas narrativas continúa despertando al público e inspirando a artistas, como los muralistas chicanos que surgieron en el suroeste de los Estados Unidos. El hecho de que sus obras maestras in situ todavía se puedan ver públicamente en México y más allá es un testimonio de su relevancia, popularidad y el poder de su mensaje didáctico.

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