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La ética es una rama crucial de la medicina que guía la buena práctica médica. Se ocupa de los dilemas morales que surgen debido a conflictos en los deberes/obligaciones y las consecuencias enfrentadas. Se basan en cuatro principios fundamentales, a saber, autonomía, beneficencia, no maleficencia y justicia. Gran parte de la ética médica moderna se ocupa de los dilemas morales que surgen en el contexto de la autonomía del paciente y los principios fundamentales del consentimiento informado y la confidencialidad. La ética se ocupa de las elecciones, decisiones/acciones basadas en la elección y los deberes y obligaciones de un médico para el mejor interés del paciente. La práctica ética es un enfoque sistemático hacia la institución de estos principios para abordar una toma de decisiones adecuada. Si bien estas definiciones son claras de expresar, surgen excepciones en cada uno de estos principios durante la práctica clínica. Por ejemplo, cuando un médico tiene un deber tanto con el paciente como con la sociedad, pueden surgir situaciones de violación de la confidencialidad. Del mismo modo, la práctica de los principios fundamentales de autonomía y consentimiento informado puede interrumpirse en el cuidado de recién nacidos, discapacitados mentales o pacientes en estado vegetativo permanente. En la ética práctica, existen dos brazos de pensamiento en la toma de decisiones: Utilitario y deontológico. En la ética utilitaria, los resultados justifican los medios o formas de lograrlo, mientras que en la ética deontológica, los deberes/obligaciones son de importancia primordial (es decir, el fin/los resultados pueden no justificar los medios).

En el enfoque utilitario, las decisiones se eligen en función de la mayor cantidad de beneficios obtenidos para el mayor número de personas. Esto también se conoce como el enfoque consecuencialista, ya que los resultados determinan la moralidad de la intervención. Este enfoque podría causar daños a algunas personas, mientras que el resultado neto es el máximo beneficio. Este enfoque generalmente se guía por los beneficios o daños calculados para una acción o intervención basada en evidencia. Algunos ejemplos de enfoque utilitario en la atención médica incluyen el establecimiento de un objetivo en los hospitales para la reanimación de recién nacidos prematuros (edad gestacional) o el tratamiento de pacientes con quemaduras (grado de lesión) en función de la disponibilidad de tiempo y recursos. Hay dos variantes del utilitarismo: el utilitarismo de actuar y el utilitarismo de gobernar. El utilitarismo Act se ocupa de las decisiones tomadas para cada caso individual, analizando los beneficios y daños que promueven mejores consecuencias en general. Cada acción / decisión que se toma para cada paciente se enfrenta a la medición del equilibrio de los beneficios y los daños, sin examinar la experiencia o la evidencia anteriores. Este método llevaría a un enorme desperdicio de tiempo y energía en la toma de decisiones y es propenso a sesgos. En el utilitarismo de reglas, no se realiza ninguna predicción o cálculo de beneficios o daños. Estas decisiones se guían por reglas preformadas basadas en la evidencia y, por lo tanto, proporcionan una mejor orientación que el utilitarismo de los actos en la toma de decisiones. De acuerdo con el utilitarismo de reglas, la decisión moralmente correcta es una acción que cumple con los códigos/reglas morales que conducen a mejores consecuencias. Aunque estos conceptos parecen atractivos, los pacientes se sienten limitados cuando los médicos toman las decisiones, lo que afecta los principios éticos fundamentales. Estas cuestiones éticas se pueden tener en cuenta cuando se trata de pacientes que son competentes para desempeñar un papel en la toma de decisiones, al tiempo que plantean dilemas morales en pacientes que son incompetentes, p. ej., en pacientes con muerte cerebral (estado vegetativo permanente), toma de decisiones con respecto a la retirada del sustento vital/donación de órganos, etc. En el escenario anterior, los dilemas se pueden tratar ética y legalmente si los pacientes habían tomado directivas de decisión anticipada sobre su vida similares a las decisiones sobre la riqueza.

En contraste con el concepto utilitario, la deontología es ética del deber donde la moralidad de una acción depende de la naturaleza de la acción, es decir, el daño es inaceptable independientemente de sus consecuencias. Este concepto fue introducido por un filósofo, Immanuel Kant y, por lo tanto, ampliamente conocido como deontología kantiana. Las decisiones de deontología pueden ser apropiadas para un individuo, pero no necesariamente producen un buen resultado para la sociedad. La interacción o relación médico-paciente es, por naturaleza, deontológica, ya que las prácticas de enseñanza médica inculcan esta tradición, y cuando se rompe esta práctica deontológica, surge el contexto de negligencia médica. Esta tradición impulsa a los médicos a hacer el bien a los pacientes, fortaleciendo el vínculo médico-paciente. Los ideólogos deontológicos (médicos y otros miembros del personal médico) generalmente son impulsados a un enfoque utilitario por profesionales de la salud pública, gerentes de hospitales y políticos (ideólogos utilitarios). Desde una perspectiva utilitaria, los recursos, la energía, el dinero y el tiempo del sistema de atención de la salud son finitos y deben acomodarse adecuadamente para lograr el mejor cuidado de la salud para la sociedad. Estos se ejecutan con reglas y directrices proporcionadas. Si bien lograr el bien para el mayor número de personas, pocos daños (iatrogénicos) son aceptables para los ideólogos utilitarios. Por ejemplo, pocos casos de poliomielitis paralítica inducida por la vacuna después de la vacunación oral contra la poliomielitis. Desde una perspectiva deontológica, los utilitaristas generalizan las directrices o reglas, mientras que puede haber casos excepcionales en los que las directrices no se apliquen. La desviación de la acción de las directrices contribuye a la negligencia médica de los utilitarios. Tales conflictos de enfoque se encuentran comúnmente en los actuales sistemas de atención de la salud. Del mismo modo, la participación de sistemas de pago a terceros (seguro de enfermedad) afecta a la confidencialidad entre la relación médico-paciente.

Los estudios analíticos morales tradicionales (modelo de proceso dual de Greene) revelaron que las inclinaciones deontológicas y utilitarias son mutuamente excluyentes, mientras que los estudios recientes que utilizan el enfoque analítico moral de disociación de procesos revelaron que una inclinación hacia una ideología puede ocurrir debido a la ausencia de inclinación hacia otra. Estos estudios también reportaron la asociación de inclinaciones deontológicas con empatía, religiosidad y toma de perspectiva, mientras que la preocupación moral y la reducción de la carga cognitiva se asocian con inclinaciones utilitarias. En conclusión, tanto las perspectivas utilitarias como deontológicas tienen su propia importancia en la ética médica. En el escenario actual, vemos que la perspectiva utilitaria contradice la perspectiva deontológica y, por lo tanto, la mayoría de los dilemas éticos y morales. Un equilibrio entre estas dos perspectivas traería una mejor armonía y justicia a la práctica médica.

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