San Celestino V, nombre original Pietro Da Morrone, o Pietro Del Murrone, (nacido en 1215, Isernia?, Reino de las Dos Sicilias—muerto el 19 de mayo de 1296, cerca de Ferentino, Estados Pontificios; canonizado el 5 de mayo de 1313; día de fiesta el 19 de mayo), papa del 5 de julio al Dic. 13, 1294, el primer pontífice en abdicar. Fundó la orden Celestina.
Pietro fue benedictino en su juventud, pero pronto se convirtió en ermitaño y vivió en las montañas Abruzos, cerca de Sulmona. Su riguroso ascetismo atrajo seguidores, y se convirtió en la cabeza de un grupo de ermitaños (c. 1260) que más tarde fueron llamados Celestinos e incorporados a la orden benedictina.
Celestino tenía ochenta años cuando fue elegido papa el 5 de julio de 1294. Aceptó solo por la peligrosa situación de la iglesia: el papado había estado vacante durante dos años. Aunque era un hombre santo, carecía de capacidad administrativa y consideraba al papado una distracción de su ascética lucha por la salvación. Desconfió de los cardenales y se hizo dependiente del rey Carlos II de Nápoles, con cuyos partidarios llenó la Curia. Además, favoreció a sus propios ermitaños y a los espirituales franciscanos, a quienes permitió separarse de la parte principal de su orden, una solución que mucho más tarde se hizo permanente después de una larga lucha.
Después de encontrar grandes dificultades, Celestino se dio cuenta de que sería peligroso para la iglesia y para su alma también si continuaba como papa. Por lo tanto, consultó a los cardenales y renunció, el 13 de diciembre.
Después de que el cardenal Benedicto Caetani se convirtiera en su sucesor como Bonifacio VIII, algunos afirmaron que la renuncia era ilegal. Por lo tanto, la mayoría de los cardenales consideraron aconsejable mantener a Celestino bajo supervisión, y no se le permitió regresar a su ermita. A punto de escapar a través del mar Adriático, fue capturado y enviado de vuelta a Bonifacio, que lo mantuvo internado en el castillo de Fumone, donde murió. Aunque Celestino tuvo el valor de poner fin a una situación imposible, Dante lo coloca a la entrada del Infierno por su abdicación y alude al papa (Inferno, iii, 59 ss.) como «. . . el que hizo, por cobardía, el gran rechazo.»