La investigación actual demuestra que los principales abusadores de los ancianos son niños adultos y otros miembros de la familia, lo que indica que la violencia contra los ancianos ocurre principalmente en el hogar. Se ha sugerido que el estrés familiar, tanto psicológico como financiero, puede ser un factor que contribuye al abuso de ancianos. Si los niños pequeños están en un hogar donde se produce esta forma de violencia, esta experiencia puede tener un impacto en ellos. Las investigaciones han demostrado que los niños expuestos a la violencia, ya sean víctimas o testigos de actos de violencia, tienen más probabilidades de tener problemas de comportamiento y luego convertirse en autores de agresiones y violencia.
Los padres son los modelos a seguir más influyentes en la vida de los niños. Si un niño es testigo de que sus padres abusan de un miembro de la familia anciano, ese niño aprende que actuar agresivamente hacia los ancianos es un comportamiento aceptable. El programa ACT enfatiza la necesidad de que las familias expresen y manejen su enojo y frustración de manera constructiva, y modele comportamientos apropiados y no agresivos para sus hijos. El programa enseña a los adultos a usar el control de la ira como un activo de prevención de la violencia para que puedan expresar y canalizar su ira sin volverse agresivos hacia los demás.